Cuando el Señor me dijo: “Mi presencia irá contigo, y te daré descanso”, sabía que Él me estaba dando una promesa que tenía que creer.
Desde que la pandemia empezó he hablado con mis padres a diario, hemos tenido tiempos hermosos de lectura de la palabra y de reflexión en ella. Durante esos días le dije a mi padre que la embajada estaba planeando un vuelo humanitario para ese fin de semana. Mi padre dijo “No es bueno que vengas aquí ahora. Sé que hay una probabilidad de trabajo para ti en EEUU y quiero verte, pero sé que si vienes aquí quizá no podrás salir del país sino hasta el próximo año, quiero lo mejor para ti y que hagas la voluntad del Padre”. Para entonces el aeropuerto del país donde me quede varada por diez semanas seguía cerrado y continuaba en estado de emergencia.
Hable con alguno de mis líderes y todos estaban de acuerdo con la idea, así que tome un día para orar, ayunar y luego decidir. Entonces una cadena de milagros se empezó a dar. Una aerolínea había empezado a realizar vuelos desde donde estaba hasta Londres. Compré el pasaje y al día siguiente salí al aeropuerto, cuando llegué estaba tan desierto que producía miedo, las tiendas estaban cerradas y todos los vuelos programados para ese horario estaban cancelados, excepto el mío. No sabía si me dejarían embarcar, pero confiaba en sus promesas.
Cuando me preguntaron si tenía visa, la mostré en mi pasaporte y también la carta que tenia de la universidad donde estoy haciendo el postgrado y la que tenia de mi familia irlandesa. La señorita las vio, luego fue a buscar a un superior para la aprobación, este estaba atendiendo una llamada, no leyó las cartas, pero dio la aprobación automáticamente. El viaje me pareció corto y relajado.
Cuando hice escala en Ámsterdam lloré, sabía que Dios había hecho esto posible. Al tomar mi vuelo a Londres revisaron mi visado en el pasaporte y nuevamente me dejaron embarcar. Llegamos a Londres, la verdad no quise pensar mucho en lo que estaba pasando, pero iba repitiendo una y otra vez la promesa que Dios me había dado. Se me hicieron varias preguntas en el cruce fronterizo, mostré mis cartas y después de que las leyeron, me hicieron más preguntas, finalmente se me permitió ingresar al país. Una amiga muy querida estaba esperándome, y me acompaño hasta que tome el vuelo que me llevaría a Irlanda del Norte. Me sentí como Moisés cruzando el Mar Rojo, aún en medio de la pandemia Dios realiza milagros.
Por favor, acordémonos de aquellos que han sido más afectados con esta crisis global. Es tiempo de que su iglesia se levante y actúe. Es tiempo de arrepentimiento, tiempo de clamar y tiempo de restauración.
Autora: Emma, obrera hacia los no alcanzados